sábado, 17 de marzo de 2012

Cibernético...


Nos conocíamos, si. Por un retrato visto a través de una pantalla y una conexión que iba mas allá de lo cibernético. Ella, muy picara con su disfraz electrónico, yo tratando de a medias ocultar mi identidad. Su blanca tez, interrumpida delicadamente por unas frágiles pecas en su pecho y hombros, hacían un contraste delicado, pero a su vez poderosamente sensual contra su pelo lacio y negro como azabache. Sus labios eran carnosos, como diseñados específicamente para seducir, sin la necesidad de moverlos. Pero que delicia eran al moverlos, pues igual conocía el arte de la seducción a la total perfección. Después de mucho tiempo y terapia accedió a conocerme. No se si por sacarme de encima, o por convicción después de mi tantísima insistencia. Pero... Eso no viene al caso. Quedamos en coincidir en un bar del área turística de san Juan. Algo callado y relajado, donde la música en tonos bajos y los tragos consumidos, nos permitieran adelantarnos a lo que, descubierto mas tarde, ambos queríamos. La noche trascendió sin mayores perturbios, nos reíamos mientras nos conocíamos, intercambiamos historias, compartimos tragos. Todo mientras la semilla de la lujuria germinaba dentro de nosotros. Con el pasar de las bromas y de los tragos, la comodidad nos acercaba, hasta que en un momento dado me pillo el silencio acariciando su pierna. Intercambiamos una mirada que comenzó en pregunta y termino en aceptación. Nos sentíamos bien el uno con el otro, ya los tragos hacían su efecto de aumentar las risas y reducir los espacios. La noche se fue por sorpresa y nos vimos deseando mas tiempo juntos aunque las leyes no nos lo permitieran. Me dijo en un tono pícaro, pero decidido: ven, que conozco un sitio que permanece abierto. Yo sin mucho que pensar accedí.

Nos fuimos en su carro pues conocía el camino mejor que yo. Justo al montarnos me pilló echándole un ojo, pues el corto de su traje dejaba poco a la vista y mucho a la . Me pregunta con una sonrisa tan traviesa como ella -te gusta lo que ves? Mientras sutilmente se subía un poco mas su traje.

Entre pasme y ganas le contesto: si, la vista está preciosa. Mientras me acerco a ella y agarro su mano con la mía.

Comienzo a acariciar su pierna mientras la miro fijamente, dejándole saber sin decirle una palabra que la deseo intensamente. Quien lo diría que al fijarme, veo reciprocidad en su mirada

Me acerco aun mas e intercambiamos un beso riquísimo, mientras mi mano corre a descubrir lo que su traje esconde.

No se si fue el alcohol o el deseo, pero besos como ese no se olvidan.

Entre susurros, gemidos y caricias enciende el carro y me dice: vamos se hace tarde.
 Con dolor en el alma (y en otros lugares) acepto la invitación a posponer el manjar de sus besos.

El camino fue silencioso, solamente interrumpido por los gemidos que salían de nuestros labios cuando alguna de las caricias que intercambiábamos nos gustaba mas que el resto.

Gran sorpresa me llevé al ver que nos estacionábamos frente a una casa. Su casa para ser exacto.
Suelto una risa, mitad de alegría, mitad de alivio, completa de sorpresa y le pregunto: cambio de planes?

Me contesta, nuevamente con su característica picardía: no, este fue el plan desde el principio. Mientras se mordía el labio y me agarraba por la mano.

Subimos las escaleras, torpemente. Pues nuestros ojos andaban fijados en nosotros, mientras nos acariciábamos, nos mordíamos, nos cucábamos. Llegamos a la puerta de su casa, donde suprimo su intento de abrir la puerta. La pego contra la pared, mordiendo su cuello mientras mis manos comienzan nuevamente a explorar las curvas de su cuerpo.

Después de un rato y un tremendo calentón, entramos a su casa, y como por instinto cruzamos los espacios hasta llegar a su cuarto. Una vez en el, me agarra por el cuello de la camisa y me dio el beso mas sensual que jamás me hayan dado. Tanto así que ni cuenta me di que me había desabotonado la camisa. Me tira a la cama y me comienza a besar el cuello, el pecho, el estomago. Hasta cruzarse con mi corra, la cual ya también, y muy hábilmente me había abierto. Me besa por encima del pantalón, al bulto que ya se había formado por la sensualidad que andaba presenciando. Y sin quitarme la mirada de los ojos, afloja la bragueta, me baja el pantalón y el calzoncillo revelando mi ya erecto bicho. Era lo único entre ella y yo en ese momento.  Lo mira y sonríe, y algo sorprendida (supongo) me dice: esto no lo venden en las tiendas. Y antes de que yo pudiera decir nada, se lo introduce en su boca. Entre la calidad de su mamada, su mirada fija en la mía, y lo sensual y sexys que se veían sus labios acariciando mi miembro, cabe admitir que tuve que buscar fuerzas de donde no las tuve para no venirme en su boca.

La halo por el pelo, suavemente para subirla donde mi. Le susurro: me toca a mi...

La trepo a la cama y comienzo a besarla de nuevo, beso su cuello mientras le suelto el traje, que al caer revela un sostén de encaje de mucha clase. Sonrío recordando sus sensuales palabras de "este era el plan desde el comienzo" sin parar de besar y acariciar su cuerpo. Su estomago, plano, y liso se siente suave al tacto. Mientras sigo bajando a su sexo para descubrirlo húmedo y caliente, tan así que se notaba por encima de su panty.
Los saco procurando dejar sus tacos puestos. Ya saben, para la experiencia. Y revela una vagina lisa, completamente afeitada, limpia, preciosa, mojada, hinchada por el deseo.

La beso como mejor se hacer. Comienzo pasando mi lengua desde abajo hasta arriba, para asegurarme recoger todos los jugos que estén a flor de piel. Para luego, poco a poco centrarme en su clítoris.

Ver su espalda arqueando mientras me agarraba la cabeza y gimiendo me decía: “puñeta no pares" fue  una de las mejores memorias que me lleve de la noche.

Así mismo me trepe a la cama, procurando subir mientras abría sus piernas. Ella sacaba un condón de la gaveta, y abrió el paquete con su boca. Les mencioné lo sexy que se veían esos labios? Más aun abriendo un paquete así. Poco a poco fui entrando en ella, sentía como su hinchada chochita me apretaba el tronco mientras entraba. Nuestras manos seguían, como poseídas por otros, explorándose el uno al otro, mientras nosotros entrábamos en ritmo y nuestras cadencias se comenzaban a alinear y a acelerar.

 No se como terminamos girándonos y ella trepada encima mío..., lo que si puedo jurar a toda certeza es que al sol de hoy nadie se ha movido encima mío como esa dama lo hizo. Sus movimientos rítmicos y a su vez con una chispa de azar, la hacían impredecible para anticipar, y cada vez que alternaba me sacaba un sonido de esos que en la bellaquera se confunden entre una risa de sorpresa y un gemido de lujuria.

De momento se detiene, con una mirada malévola en su cara. Se para y me dice sígueme. Y desaparece del cuarto.

La sigo hasta su sala. Donde la encuentro trepada en su sillón, de espaldas a mi, ofreciéndome que me acerque.

 Le entro por detrás, y comienzo a moverme, cada vez mas duro y mas brusco hasta que sus gemidos se convierten en gritos.

Entre sus gritos y mis gemidos le digo que me voy a venir, y me pide que termine ahí mismo en su espalda.

Efectivamente lo hago, me corro en ella, debilitándome instantáneamente. Caigo rendido en el sofá al lado de ella, exhausto y jadeando después de ese acto maratónico y ese exquisito clímax...

Después de limpiarse ella también cae rendida a mi lado, intercambiando sonrisas, miradas y halagos.

Ya volviendo a la normalidad me dice: es tarde, mejor quédate y regresas en la mañana.

Felizmente acepto su propuesta, solo por el prospecto de repetir el desayuno...